Conciencia, Candidatos y Discipulado en la Votación

Centro Harpst para el Pensamiento y la Cultura Católica

Universidad de San Diego

6 de febrero de 2020

Obispo Robert W. McElroy

 

En Evangelii Gaudium, el Papa Francisco señala enérgicamente a una ciudadanía llena de fe:

“Una fe auténtica…siempre involucra un gran deseo de cambiar al mundo, de transmitir valores, dejar este mundo de alguna manera mejor que como lo encontramos. Amamos este magnífico planeta en el que Dios nos ha puesto, y amamos la familia humana que aquí habita, con todas sus tragedias y luchas, sus esperanzas y aspiraciones, sus fortalezas y debilidades. La tierra es nuestro hogar común y todos nosotros somos hermanas y hermanos. Si, de hecho, ‘el orden justo de la sociedad y del estado es una responsabilidad central de la política’, la Iglesia ‘no puede ni debe permanecer al margen en la lucha por la justicia’”.

Es principalmente a través de los votos de hombres y mujeres católicos, arraigados en la conciencia y la fe, que la Iglesia ingresa en el orden justo de la sociedad y del estado. Es principalmente votando por ciertos candidatos que los creyentes tienen la mayor oportunidad de dejar este mundo mejor que como lo encontraron.

Sin embargo, se le ha dado poca atención en la teología moral católica a la naturaleza moral y a la estructura de votar por candidatos específicos. Se le da mucho enfoque a cuestiones de política individual y sus implicaciones morales en la enseñanza social católica. Si el papel principal de los ciudadanos fuera votar sobre cuestiones específicas, esto podría ser suficiente. Pero un voto por candidatos individuales inevitablemente encapsula una amplia gama de opciones de políticas que se extienden hacia el futuro, así como capacidades e intenciones variables entre los candidatos. ¿Dónde comienza la teología católica a ayudar a los creyentes a cumplir su función de ennoblecer al mundo?

El Papa Francisco responde a esta pregunta proponiendo vigorosamente que nuestras vidas políticas deben ser vistas como un elemento esencial a nuestro llamado personal a la santidad. Esto significa que nuestras acciones políticas deben reflejar y fluir de nuestra fe católica. Pero el Papa Francisco está exigiendo mucho más. Propone que solo podemos cumplir con nuestra vocación de ciudadanos de fe si logramos ver en la propia toxicidad de nuestra cultura política de hoy en día un llamado a una conversión más profunda a Jesucristo. No es suficiente que ignoremos los elementos corrosivos de la vida política en Estados Unidos, ni siquiera navegar en nuestro papel de ciudadanos y votantes sin sucumbir en el tribalismo que divide nuestra sociedad. Somos llamados en nuestras vidas de ciudadanos y creyentes a ser misioneros de diálogo y civilidad en un momento que no valora ninguno de estos dos. Y esto requiere una profunda reflexión espiritual, valor y juicio. Demanda una dedicación como la de Cristo para buscar la verdad sin importar dónde se escuentro, definir nuestra política y votar a la luz del Evangelio.

Cuestiones Principales de la Enseñanza Social Católica

En esta tarea, los principios de la enseñanza social católica, tal como se aplican a las cuestiones políticas de la sociedad estadounidense actual, ofrecen una rica y sagrada fuente de orientación para sopesar las propuestas políticas de los candidatos en competencia.

La exhaustividad de la enseñanza social católica apunta hacia un entendimiento de justicia, vida y paz que se niega a limitarse a cajas estrechas o ser relegada a categorías partidistas. Al mismo tiempo, esta misma exhaustividad dificulta la priorización de las enseñanzas católicas para los votantes. Al dar comienzo el ciclo de elecciones 2020, por lo menos surgen 10 metas del Evangelio y de la gran tradición de fe católica:

  • Fomentar una cultura y estructuras legales que protejan la vida de los no nacidos.
  • La reversión del cambio climático que amenaza el futuro de la humanidad y particularmente devasta a los pobres y marginados.
  • Políticas que resguarden los derechos de los inmigrantes y refugiados en un momento de gran intolerancia.
  • Leyes que protejan a los ancianos, los enfermos, y los discapacitados del flagelo de la eutanasia y el suicidio asistido.
  • Oposición rigurosa al racismo en todas las formas, tanto a través de transformación cultural como de estructuras legales.
  • La provisión de trabajo y la protección de los derechos del trabajador a lo largo y ancho del país.
  • Esfuerzos sistemáticos para luchar contra la pobreza y ofensivas desigualdades de la riqueza.
  • Políticas que promuevan el matrimonio y la familia, los cuales son esenciales para la sociedad.
  • Movimiento sustancial hacia el desarme nuclear universal.
  • La protección de la libertad religiosa.

Con frecuencia en las discusiones sobre la aplicación de la enseñanza social católica a la votación, se plantea la cuestión de si un tema tiene una prioridad única entre todos los demás. En el ciclo electoral actual, algunos han categorizado el aborto de esa manera. Otros, el cambio climático. Esta pregunta merece un escrutinio más profundo.

Más de 750 mil niños no nacidos son asesinados en Estados Unidos cada año. En un tiempo, hubo un apoyo bipartidista para la implementación de políticas que hicieron que el aborto fuera raro. Ahora ese compromiso ha sido destripado en el Partido Demócrata en una capitulación a las nociones de privacidad que simplemente bloquean la identidad humana y los derechos de los niños no nacidos. Aun cuando los sonogramas atestiguan con la elocuencia de la verdad y la vida misma que los niños en el útero son nuestros hermanos y hermanas, nuestros hijos e hijas, la aniquilación de su humanidad continúa. La enseñanza social católica consistentemente ha pedido que exista protección legal para los no nacidos, puesto que son los más vulnerables y victimizados de la humanidad. Pero rápidamente nos estamos convirtiendo en una nación dividida en dos: la mitad de nuestro país luchando por leyes que resguarden a los no nacidos y la otra mitad adoptando leyes cada vez más extremas que permiten el asesinato de los niños que están por nacer. La aprobación de la ley de aborto de Nueva York el año pasado fue un marcador del repudio de Estados Unidos de los principios más básicos de la vida humana. Por todas estas razones muchos en la Iglesia consideran que el aborto es el imperativo político preeminente en juego en 2020.

Al mismo tiempo, existe un claro consenso científico internacional de que el cambio climático causado por el uso de combustibles fósiles y otras actividades humanas representa una amenaza para el futuro de la humanidad y que la contaminación del aire resultante de los combustibles fósiles ya es una importante causa de muerte prematura en nuestro planeta. Trayectorias existentes de contaminantes que se colocan en la atmósfera por actividad humana, si no se controlan, aumentarán la temperatura del planeta en las próximas décadas, generando alzas catastróficas en la exposición humana al calor mortal, aumentos devastadores en los niveles del agua y exposición masiva a una serie de virus peligrosos. Además, habrá hambrunas generalizadas, sequías y dislocaciones masivas de personas que causarán muertes incontables, sufrimiento humano y conflictos violentos. Los devastadores incendios de Australia son una señal de lo que nos espera, un testimonio de que nuestro actual nivel de contaminación está robando el futuro de las próximas generaciones. Debido a que la trayectoria del peligro desencadenado por los combustibles fósiles está aumentando tan rápidamente, los próximos diez años son críticos para detener la amenaza a nuestro planeta. Estados Unidos, que en algún momento fue líder en este esfuerzo, ahora con la Administración actual se ha convertido en líder a resistirse a los esfuerzos por combatir el cambio climático y negar su existencia. Como consecuencia, la supervivencia de nuestro planeta, que es el requisito previo para toda vida humana, está en riesgo.

Con el trasfondo de estas dos monumentales amenazas a la vida humana, ¿Cómo uno puede evaluar las afirmaciones contrapuestas de que el aborto o el cambio climático debería ser el preeminente en la enseñanza social católica con respecto a la formación de estadounidenses como ciudadanos y creyentes? Se deben considerar cuatro puntos.

  1. No hay un mandato en la enseñanza social católica que de prioridad categórica a cualquiera de estas cuestiones como singularmente determinante del bien común.
  2. El número de muertos por aborto es más inmediato, pero el número de muertos a largo plazo del cambio climático sin control es mayor y amenaza el mismísimo futuro de la humanidad.
  3. Tanto el aborto como el medio ambiente son temas de vida importantes en la enseñanza católica.
  4. La designación de cualquiera de estos temas como la cuestión predominante en la enseñanza social católica en este momento en los Estados Unidos será inevitablemente secuestrada por las fuerzas partisanas para proponer que los católicos tienen el deber primordial de votar por los candidatos que defienden esa posición. La historia electoral reciente muestra que esto es una certeza.

La cuestión de predominancia se nubla aún más por un tercer problema que enfrenta nuestro país en este ciclo electoral – la cultura de exclusión que ha crecido mucho en nuestra nación durante los últimos tres años. La injusticia racial va en aumento, reforzada por un nuevo idioma y simbolismo que buscan avanzar el mal del nacionalismo blanco y crear estructuras de prejuicios raciales para una nueva generación.

Inmigrantes y refugiados, quienes han sido parte importante de la historia de América como una fuente de vitalidad y riqueza, son retratados como una razón de miedo y sospecha en nuestra sociedad en lugar de solidaridad. Miembros de la comunidad musulmán son ampliamente caracterizados como extranjeros cuya religión automáticamente significa que no son de confianza, mientras que los incidentes antisemitas van rápidamente en aumento.

Esta creciente cultura de exclusión no surge como una cuestión política específica en nuestra política nacional contemporánea; más bien, se filtra en todas las cuestiones más relevantes de la vida y la dignidad que enfrenta nuestra sociedad y a su vez, corroe a cada una.

La cultura de exclusión ha desatado un veneno de hostilidad contra inmigrantes que paraliza profundamente nuestra política, tanto que no podemos encontrar un camino para proteger a los jóvenes que llegaron a este país cuando eran tan solo unos niños y quienes ahora desean ser ciudadanos de la única nación que conocen. La huella mortal de las estructuras y legados racistas en nuestro sistema de justicia penal aumenta los temores y los resentimientos entre las familias afroamericanas e hispanas y pone en peligro aún más a los hombres y mujeres que dan sus vidas a las fuerzas del orden. Las disparidades raciales y étnicas en educación, salud, empleo y vivienda que están arraigadas en la cultura histórica de exclusión de nuestra nación impulsan dramáticamente la ruptura del matrimonio y la vida familiar. Y las desigualdades de riqueza e ingresos hacen casi imposible superar los retos de trabajo y pobreza de nuestra nación.

En prácticamente todas las cuestiones de la vida y la dignidad humana, la creciente cultura de exclusión en nuestra nación refuerza y impulsa divisiones que son altamente destructivas a todos los objetivos que se encuentran en el centro de la enseñanza social católica. Por esta razón, muchos católicos creyentes consideran que en este ciclo electoral el problema más apremiante que surge de la enseñanza social católica para votantes es la necesidad de repudiar fundamentalmente esta cultura de exclusión antes de que se siga extendiendo y conduzca a nuevos niveles de parálisis moral y mayor división.

Visto con el trasfondo de aborto, cambio climático y cultura de exclusión, está claro que el votante católico que busque una guía en la enseñanza social católica se enfrenta a reclamos morales apremiantes que atraviesan las divisiones partidistas y culturales de nuestra nación.

El camino desde estas declaraciones morales transversales a las decisiones sobre candidatos particulares no es uno directo y singular en la enseñanza católica. Por esta razón, el impulso de etiquetar un solo tema como predominante distorsiona el llamado para discipulado auténtico en la votación en lugar de avanzarlo.

Oportunidad, Capacidad y Carácter

Actualmente, en Estados Unidos el votante de fe es llamado a acercarse a votar con una postura de construir puentes y sanación en nuestra nación. Este votante también debe integrar en sus decisiones electorales los principales elementos de la enseñanza católica que tengan que ver con las cuestiones políticas actuales, entendiendo que estas enseñanzas varían en prioridad, pero se unen en la orientación al bien común.

Pero votar por candidatos al final de cuentas involucra elegir a algún candidato para un puesto público, no una postura, ni una enseñanza específica de la Iglesia. Y por esta razón, una votación con fe involucra una cuidadosa consideración de la habilidad específica de un candidato en particular para verdaderamente avanzar en el bien común. Al hacer esta evaluación, la oportunidad, la capacidad y la integridad entran en juego.

La cuestión de la oportunidad es fundamental para votar. ¿Cuales son los elementos de la vida y dignidad humana que un candidato en particular podrá de verdad avanzar dado el alcance de la oficina que busca, los temas cruciales a los que probablemente se enfrente durante su mandato y las posiciones políticas que adopta? ¿A qué coaliciones probablemente se unirá y avanzará? En resumidas cuentas, ¿qué capacidad tendrá, en el contexto político específico al que se enfrentará, para transformar leyes y políticas públicas en sectores clave para promover el bien común?

La capacidad también es una medida central a considerar. De poco sirve elegir a un santo que hace eco con la enseñanza social católica en cada tema si el candidato no es competente para realizar sus labores de manera efectiva y por ende enaltecer el bien común. Los votantes de fe deben evaluar la inteligencia, las habilidades de relaciones humanas, el dominio de la política y las ideas intuitivas que cada candidato aporta; a la hora de votar el discipulado busca resultados, no meras aspiraciones.

Finalmente, debido a que nuestra nación está en un momento de división política y degradación en su vida pública, el carácter representa un criterio particularmente importante para los fieles en 2020. En Estados Unidos, los líderes políticos, particularmente en los más altos niveles, imprimen su carácter de manera fundamental en toda la cultura política y, por lo tanto, en la sociedad misma. Actualmente, los líderes de gobierno manejan tácticas y lenguajes corrosivos, fomentando la división en lugar de la unidad.  La noción de la verdad misma se ha perdido en nuestro debate público. La colegialidad ha sido descartada. Los principios son sólo justificaciones para acciones partidistas, que se abandonan cuando esos principios no favorecen la ventaja partidista. Hay una falta fundamental de valor político en el país.

Por todas estas razones, el carácter es un elemento esencial en la votación efectiva llena de fe en la actualidad, y otra razón por la cual la votación de un creyente no puede reducirse simplemente a una serie de enseñanzas de justicia social en competencia.

Al final de cuentas, es un candidato quien está en la boleta electoral, no un tema específico. El votante creyente deberá hacer un juicio complejo: ¿Qué candidato tendrá más probabilidad de avanzar en el bien común en el contexto político específico al que se enfrentará? Tal decisión abarca los planos de principio e integridad, competencia y capacidad. Y para el votante de fe, la complejidad de este juicio requiere de escuchar la voz de Dios que está dentro de nosotros – nuestra conciencia.

Conciencia y Prudencia

Para el discípulo de Jesucristo, votar es una acción sagrada. En palabras de El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, toca “la encrucijada donde la vida y la conciencia cristiana entran en contacto con el mundo real”. Por esta razón, no puede reducirse a un conjunto lógico de proposiciones que produzcan un resultado predeterminado en la selección de candidatos.

Algunos teólogos han tratado de encontrar esa lógica de deducción en el concepto del mal intrínseco. La teología católica sostiene que algunas acciones, como el aborto o la investigación sobre embriones humanos, son intrínsecamente malas; es decir, siempre y en todas partes están equivocados. Por esta razón algunos líderes católicos han afirmado que los candidatos que buscan leyes que se opongan a acciones intrínsecamente malas tienen automáticamente un reclamo principal de apoyo político en la conciencia católica.

El problema con esto es que mientras que el criterio del mal intrínseco identifica actos humanos específicos que jamás pueden ser justificados, este criterio no es una medida de la gravedad relativa del mal en acciones humanas o políticas particulares. Decir una mentira es intrínsecamente malo, mientras que escalar una carrera armamentista nuclear no lo es. Pero es incorrecto proponer que decir una mentira debe afectar más en el voto de los creyentes que el plan de un candidato de iniciar un programa desestabilizador de armas nucleares. De igual manera, el uso de anticonceptivos es intrínsecamente malo en la teología moral católica, mientras que acciones que destruyen el medio ambiente por lo general no lo son. Pero es un mal moral mucho mayor para nuestro país abandonar el Acuerdo Climático de París que proporcionar anticonceptivos en los centros federales de salud. Lo que estos ejemplos señalan es que la enseñanza social católica no puede ser reducida a un modelo deductivista cuando se trata de votar para salvaguardar la vida y la dignidad del ser humano.

Entonces, ¿cómo puede un votante de fe elegir candidatos de manera que integre los principios de enseñanza social católica, reconozca la competitividad, carácter y capacidad que se requiere en el mundo real para gobernar, y conserve una postura de construir unidad dentro de una sociedad?

La Iglesia encuentra este camino en la virtud de la prudencia. En palabras de el Catecismo de la Iglesia Católica, “prudencia es la virtud que dispone del razonamiento práctico para discernir su verdadero bien en cada circunstancia y elegir el medio correcto para lograrlo… Es la prudencia la que guía inmediatamente el juicio de conciencia”. En la enseñanza social católica, la prudencia es llamada “la cuadriga de las virtudes”; pone en equilibrio todas las virtudes de la vida moral cristiana para ofrecer una perspectiva moral singularmente incisiva para el discípulo que se enfrente a problemas éticamente complejos. Está en el corazón del funcionamiento de la conciencia.

 

Algunos comentaristas católicos han presentado en los últimos años el juicio prudencial como el tener dignidad deficiente y pobre comprensión de la verdad. Dicen que existe un reclamo categórico para apoyar a los candidatos que se oponen legislativamente a los males intrínsecos, pero solo un reclamo secundario para los candidatos cuyas propuestas se basan en el juicio prudencial para su discernimiento moral.

Decir esto es perder el elemento central de la enseñanza católica sobre la conciencia y la prudencia. Como señala el Catecismo, “Con su ayuda (prudencia), aplicamos principios morales a casos particulares sin error y superamos dudas sobre el bien que se logrará y el mal que se evitará”.

 

El juicio prudencial no es un modo secundario o deficiente de discernimiento en la conciencia cristiana. Es el modo principal.

Esto es cierto al votar por candidatos para un puesto público. La constelación de elementos morales sustanciales que son relevantes para poder decidir qué candidato tiene más probabilidad de avanzar en el bien común durante su mandato solo puede ser moralmente comprendidos a través de la virtud de la prudencia. No puede haber una votación con fe católica sin la virtud de la prudencia, ejercitada dentro de la santidad de una conciencia bien formada.

 

En los comentarios finales de su discurso ante el Congreso en 2015, el Papa Francisco dijo que una nación es genial cuando defiende la libertad como lo hizo Abraham Lincoln, cuando busca la igualdad como lo hizo Martin Luther King, y cuando lucha por la justicia para los oprimidos como Dorothy Day hizo. Oremos para que nuestra nación avance hacia tal grandeza en este año electoral, y que los discípulos prudentes llenos de fe sean quienes dirijan el camino.

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